"El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir." EINSTEIN


viernes, 23 de julio de 2010

Historia de un átomo

Una película sobre la historia del Universo se parecería, sin duda, a algunas francesas: el tiempo parece transcurrir lentamente sin que suceda gran cosa. Y los espectadores, aburridos, acaban perdiendo la esperanza de que algo llegue realmente a suceder.

Por supuesto, las apariencias engañan. De dormirse y despertarse justo antes de los títulos de crédito, se sorprenderían de todo lo surgido a partir de lo que semeja nada: incluso unos seres capaces de adormecerse al mirar su propia historia. Encima, el hombre no aparece hasta casi al final, cuando el pobre ya desespera de verse en pantalla.
Seguir los pasos de un átomo desde la formación de sus protones en los microsegundos iniciales del Universo hasta el momento actual y más allá, esto es, proyectar hacia donde podría dirigirse tras su paso por una Tierra ya extinta, es lo que hace Lawrence M. Krauss en Historia de un átomo. Para ello, se sirve no sólo de la física y la astrofísica, que son su ámbito de conocimiento, sino también de la geofísica, geología, astronomía, biología y paleontología.
Krauss se remonta a cuando la nada se convirtió en algo, es decir, cuando un universo sin materia se llenó de ella como resultado de un accidente en la naturaleza hace más de 13.000 millones de años. Éste consistió en un pequeño desequilibrio entre la cantidad de materia y de antimateria. Si hubieran estado en la misma proporción, se hubieran aniquilado mutuamente liberando radiación pura, con la cual no se hubieran formado ni átomos, ni mucho menos planetas y personas. Pero ganó, por poco, la materia. Debido a ello, la mayor parte del espacio está lleno de radiación y vacío de materia, sólo la necesaria para que el Universo, tal y como lo conocemos, haya llegado a ser.
El protagonista de la odisea surgida de la fecunda imaginación de este físico teórico no es otro que un átomo de oxígeno, compuesto como cualquier otro por 16 partículas (ocho protones y ocho neutrones). Arropado por los conocimientos científicos actuales, dicho átomo viaja siguiendo la flecha del tiempo, esa que distingue entre el futuro y el pasado.
En su peregrinaje, llega a formar parte de la vida. Paradójicamente, casi todas las especies terrestres primigenias hubieran muerto en presencia de oxígeno libre, tóxico para ellas por su avidez de electrones. De hecho, hubo un antes y un después de su producción fotosintética por las cianobacterias: los organismos tuvieron que evolucionar para conseguir respirar oxígeno. La atmósfera de la Tierra pasó de estar formada principalmente por dióxido de carbono, a estarlo por nitrógeno, y más tarde por nitrógeno y oxígeno, como en la actualidad.
Pero, antes y después de ser respirado por uno de nosotros, nuestro átomo llovió como componente de una molécula de agua (H2O), formó parte de una roca carbónica y se paseó por la atmósfera como dióxido de carbono (CO2), entre muchos otros “empleos” en numerosos lugares distintos.
Otro átomo que también merece nuestra atención es el de carbono, base del mundo orgánico. Así lo consideró el gran escritor y químico italiano Primo Levi, que en el último capítulo de su obra “El sistema periódico” explica el recorrido de un átomo de carbono desde que es extraído de una roca caliza en 1840 hasta 1975, fecha de la escritura del libro. Krauss y Levi coinciden en que dado el inmenso número de átomos en la Tierra (de oxígeno y carbono, respectivamente), cualquier historia que uno pueda inventarse tiene que haber ocurrido, aunque Krauss, precavido, introduce un “probablemente”.
Imagina que nuestro átomo de oxígeno abandonará la galaxia y se pregunta qué opciones tiene de acabar en otro mundo lleno de vida. Las estrellas continuarán brillando unas 10.000 veces más que la actual edad del Universo, con lo que hay tiempo. Lo cierto es que, como afirma Krauss, a lo largo de la historia del Universo y de nuestro átomo, las oportunidades perdidas han sido tan frecuentes como los accidentes milagrosos.
El mérito de éste gran divulgador, autor entre otros libros de La física de Star Trek, es ser capaz de pasar de lo cotidiano a la física de partículas, por poner un ejemplo que asusta. Despedaza un átomo en sus partículas constituyentes y explica los experimentos que se llevan a cabo para conocerlas mejor, desde los aceleradores de partículas como el CERN (Laboratorio Europeo de Física de Partículas) en Ginebra hasta la existencia de lugares como el Super-Kamiokande en Japón: 50.000 toneladas de agua pura y cristalina a la espera de que pase algo que no se sabe si va a pasar. Krauss entrelaza de manera fluida conocimientos diversos para dar una visión global de la historia de todo, desde cuando la Tierra no existía hasta cuando dejará de existir.
Aunque no es recomendable leerlo de un tirón, Historia de un átomo es una obra imprescindible para cualquier persona interesada en aprender más sobre nuestra realidad. Al fin y al cabo, como se afirma en la contraportada del libro: “Somos, literalmente, hijos de las estrellas. Todos los átomos de nuestros cuerpos estuvieron alguna vez en el infierno de una estrella en explosión. Cada uno de ellos ha vivido innumerables y agitadas vidas. Estaban ahí en el comienzo de los tiempos y sobrevivirán a la desaparición de la Tierra y el Sistema Solar. El átomo de oxígeno que usted respira ahora pudo haber sido parte del último aliento de César o de la primera criatura que caminó sobre nuestro planeta…”. Casi nada.


 

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