ÍDOLO
Entre agujas de pino,
en el claro nevado,
hay un ídolo evenko
a la taiga mirando.
Altivo, entre sus párpados rugosos,
un tiempo allí veía
a tímidos evenkos
ofrecerle presentes que traían.
Pieles de reno y miel, prendas de cuero,
y buenas botas altas.
Creían que él rogaba
por todos y de todos se cuidaba.
Pensando oscuramente
que él los comprendía,
untaban en su boca
sangre de reno aún tibia.
Más, ¿qué podía él,
una deidad pequeña,
con alma carcomida
y cruel de madera?
Abandonado y muerto, entre las ramas
hoy mira sin cesar.
En él no cree ya nadie.
Nadie le va a rezar.
Pero yo siento a veces que en la noche,
en su claro desnudo
se le encienden los ojos
cubiertos por el musgo.
Y que aguza el oído a los rumores,
mientras la nieve cae,
lamiéndose los labios,
ansioso de más sangre.
De "Ternura"
Eugenio Evtuchenko Siberia
Entre agujas de pino,
en el claro nevado,
hay un ídolo evenko
a la taiga mirando.
Altivo, entre sus párpados rugosos,
un tiempo allí veía
a tímidos evenkos
ofrecerle presentes que traían.
Pieles de reno y miel, prendas de cuero,
y buenas botas altas.
Creían que él rogaba
por todos y de todos se cuidaba.
Pensando oscuramente
que él los comprendía,
untaban en su boca
sangre de reno aún tibia.
Más, ¿qué podía él,
una deidad pequeña,
con alma carcomida
y cruel de madera?
Abandonado y muerto, entre las ramas
hoy mira sin cesar.
En él no cree ya nadie.
Nadie le va a rezar.
Pero yo siento a veces que en la noche,
en su claro desnudo
se le encienden los ojos
cubiertos por el musgo.
Y que aguza el oído a los rumores,
mientras la nieve cae,
lamiéndose los labios,
ansioso de más sangre.
De "Ternura"
Eugenio Evtuchenko Siberia
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